A lo largo de esta semana que finaliza hoy he escuchado, y visto en redes sociales y otros medios, cómo se generaba un debate intenso y apasionado sobre la celebración o no del Día del Padre.

 

Este día, que se celebra en distintos lugares del mundo, de distintas religiones, en distintas fechas y cuya celebración comenzó en momentos sociales muy diferentes, nos brinda la oportunidad (y podríamos decir que incluso la excusa) perfecta para llamar a nuestros padres, juntarnos con la familia a comer, tomarnos unos dulces y un café o simplemente pasar un rato con nuestros padres y
abuelos con los que, a veces, el ritmo frenético de vida que llevamos nos lo impide.

 

En la mañana de hoy, la primera llamada que recibí fue la de mi padre. Sí, la de mi padre. Que me llamó para felicitarme “nuestro día”. Porque así lo siente, porque me reconoce como un igual.

Porque además, hoy debe ser un día para homenajear a los padres, a los abuelos, a quienes son padres, pero también a los que sin serlo ejercen de padres, a quienes quieren y luchan por serlo, a quienes se sienten padres y a los que por desgracia ya no están al lado de sus familias.

 

Las familias han cambiado con el avance de la sociedad, pero al igual que hay distintos tipos de familias hay distintos tipos de figuras paternas (que no se limitan a un padre biológico). Hoy en día
existen padres que sin ser el progenitor cambian el pañal al bebé de su pareja cada día y lo acompañan a lo largo de su vida o, padres que escuchan y aconsejan a ese adolescente hijo de su pareja que (como todo adolescente) no tiene claro hacia donde caminar.

 

Sin embargo, la inclusión de todas estas nuevas familias de distinta tipología, el pensar en aquellos que no desean o pueden festejar este día o similar no creo que justifique la exclusión de los que sí deseamos poder celebrar esta fecha.

 

Creo que ha quedado claro, tras este artículo de opinión, que no comparto quitar del calendario o dejar de festejar el Día del Padre, día que para mi significa el reconocimiento de una figura que en muchos casos se ha visto desplazada hacia un segundo lugar.  

 

Por último, no deja de asombrarme la poca empatía del ser humano, ya que además me deja sin palabras que en este debate una gran parte de los participantes sean personas que no son ni madres, ni padres, ni ejercen como tales figuras. Porque habrá muchas familias monoparentales de un papá a quien hoy le haga especial ilusión una felicitación de su hija de diez años o familias de dos papás que estén deseando que su hijo les regale el marco de macarrones que ha hecho en el colegio.

 

Considero finalmente que los días marcados en el calendario como el Día de la Madre, el Día del Trabajador, el Día del Orgullo, y un sin fin de días, generan que se le dé visibilidad por estar en el calendario de todos. 

Es por ello, que no quiero llegar a pensar los oscuros motivos por los que alguien quisiera quitar NUESTRO día.

 

 Dani Mesa. Un humilde padre.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *